Fui al instituto donde había hecho la Primaria. Pregunté a un hombre que trabajaba ahí, si podía haber guardadas en la escuela, fotos de cuando yo era niña. Me respondió que no, que entonces yo debía ir a reconocer mi cadáver de cuando tenía ocho años.
Lo busqué y lo encontré dentro de una cajita de madera, caja que no me animé a abrir.
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