Levanté los ojos al cielo. De pronto vi que las estrellas estaban juntándose, estrellas doradas, que se reagrupaban como puntitos diminutos, uno cerquita del otro, al vaivén de una sinfonía rápida.
Comenzaron a girar, a moverse, a tomar formas caprichosas vertiginosamente, y el cielo empezó a poblarse de figuras de color dorado, como siluetas de humanos o de ángeles, parecidas a esculturas, a imágenes en relieve.
Estas formas estaban unas enfrente de otras, mirándose, algunas con una rodilla doblada, como hincándose, pero los dibujos creados, aparecían y se disolvían con el mismo vértigo.
Un grupo de estrellas se transformó en surtidor de agua, y el surtidor de agua, a su vez, se convirtió en el rostro de una mujer rubia con ojos oscuros, similar a una virgen, que miraba hacia abajo.
Todo nacía y moría rápidamente.
Le dije a mi madre, que se encontraba a mi lado: - ¿Viste?, así es la existencia humana. Todos estamos acá por un instante y nos deshacemos enseguida.
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